Y es que uno con el tiempo cambia, dicen que le cambia el carácter, de eso es posible que no nos demos tanta cuenta, bueno, me refiero al propio sujeto, supongo que es más evidente para los que le rodean. También cambian las costumbres, de eso creo que somos más conscientes, porque un día, dices, no tengo tiempo... o, simplemente, no me apetece ver el partido, y dejas de hacerlo; así de fácil.
Esto también tiene que ver con el aprendizaje. Porque uno va madurando con la vida; creo haberle oído twittear (sí, en realidad lo he leído) a Paulo Coelho que uno va alcanzando mayor madurez cuanto más deja de preocuparse por sí mismo y empieza a preocuparse por los demás. Debe de ser cierto, y desde luego no voy a pretender contradecir a Paulo.
Y es que esta mañana he tenido una conversación telefónica con alguien en la que me he sorprendido a mí mismo dándole ánimos o mejor dicho tratando de hacer que mantuviese la calma. Y todo porque otra persona, o mejor dicho, otra empresa, se ha presentado a un concurso al que éste también lo había hecho, cuando tenía cierta confirmación por parte del último de que éste no se iba a presentar. Pero claro, tal y como está el panorama, mucho me parece que no se haya presentado nadie más al concurso. De cualquier modo y en relación a esto en el fondo yo estoy muy tranquilo sobre el tema porque en realidad no me hace ninguna falta ese dinero, y además hay pocas probabilidades de que no lo ganemos, ya que lo hemos preparado bastante bien.
Por una parte hemos presentado una nueva arquitectura más innovadora y que permitirá en el futuro una mayor flexibilidad, y un presupuesto mucho mejor y más detallado que el que figuraba en el pliego del concurso. También hemos presentado una mayor unicidad de criterios en cuanto a la elección de material, y por último una gran lista de mejoras que suponen algo más del 30% del presupuesto total de ejecución. Hemos apostado fuerte por la puntuación en las mejoras.
Hacen una pausa, y sale hablando Daimiel, como tiempo atrás, pero a su lado ya no está aquel hombre con sus elegantes pajaritas (Todavía te recordamos, Andrés). Ahora hay un chico joven con marcas de viruela, que por supuesto no tiene el magnetismo ni el carisma de Montes.
Y es que el Carisma (lo escribo con mayúsculas con toda la intención) es una cualidad que por desgracia creo que nunca he desarrollado, ni de forma voluntaria ni de manera natural. Pero supongo que para que el Carisma sea del bueno, tiene que ser natural, si no a uno se le nota forzado, en mi opinión es algo como el dibujo a mano alzada, o el tocar un instrumento (bueno, esto último siempre requiere cierto aprendizaje, lo otro puede ser más natural).
Y carisma hay del bueno y del malo, o mejor dicho, del inocente y del utilitarista. Hay quien lo tiene y no hace uso de él en beneficio propio, sino que lo lleva como algo natural (éstos son los que menos, porque en el fondo es una forma de poder, de dominio sobre la voluntad de los demás), y hay quien es consciente de que puede aprovechar esas situaciones en las que los demás le siguen y así conseguir que se haga su voluntad.
Y es que esta cualidad es como la chica que se sabe guapa, y que es ella la que puede elegir, y tiene a todos deseando ser los elegidos; hay que ir con cuidado, esto se puede tornar en vanidad. El carisma es importante en muchas facetas de la vida, muchas más de las que pueda parecer, y más en países como el nuestro, de carácter latino (creo que los anglosajones no se dejan llevar tanto por las emociones) pero lo que es aquí, en un negocio, cuenta casi tanto el producto y el contenido de la negociación, como lo que se habla al final durante la comida.
Y me doy cuenta cada vez más cuando conozco a gente que ni lo tiene ni quiere hacer nada por intentar tenerlo, o por intentar abrir una brecha de confianza con sus stakeholders, que es de lo que se trata al final. Porque en el mundo laboral, al final no hay amigos, todo son intereses, y todos (o casi, yo me considero bastante libre en ese sentido) representamos un papel u otro, de mejor o peor manera.
En la actualidad, esta cualidad o un destilado de la misma, se ha intentado cuantificar o reproducir con mayor o menor éxito en forma de redes sociales de contactos profesionales, tratando de hacer acciones de asociación e integración en las escuelas de negocios, en las que uno de sus argumentos principales de venta (sí, porque al final no son muy diferentes del frutero de la esquina, se dedican a vender, un producto quizá un poco más sofisticado quizá, pero un producto, que no por ello es mejor, y si no que se lo digan a Perelman, el nuevo Diógenes, o quizá no llegue tan lejos, pero desde luego parece que tenga claro que es feliz con lo que tiene; bien por tí, tienes mucho más de lo que muchos multimillonarios alcanzarán en toda su vida) es el establecimiento de una serie de red de contactos profesionales que parece que tenga que lanzarte al estrellato.
En fin, siempre he pensado que las cosas han de llegar de una forma más natural, todo lo demás, lo artificial, acaba pasando factura.
Y es que en los negocios, y en el mundo del emprendedurismo, hay otra cosa que también cuenta mucho, y es desde luego el modelo de negocio. Yo no se mucho de ésto, pero me parece evidente que hay algunos modelos que están destinados a la desaparición en cierto tiempo, como es el caso de la ingeniería u oficina técnica, que se dedica a hacer proyectos y visarlos, proyectos de actividad, etc.
Pero, que valor estamos añadiendo al redactar un proyecto de actividad al cliente? decirle que tiene que poner una serie de luces de emergencia y tres o cuatro extintores? quizá alguna instalación de BIES (bocas de incendio equipadas, para los profanos) o tal vez algún tipo de insonorización si se trata de un local de ocio?. Seamos sinceros, eso mismo se lo puede decir la empresa instaladora que le va a efectuar la instalación. No, esa información debería de ser gratuita, y estar al alcance de todos, de ese modo el emprendedor, que no tiene que saber de leyes ni de requisitos técnicos podría centrarse en la apertura de su establecimiento, el material que va a distribuir o el servicio que va a prestar, como hacerlo mejor para sus clientes, etc.
De hecho, bien pensado, este servicio de asesoría debería de prestarlo el propio Ayto. u otro organismo que exija la presentación de un proyecto en el que se dice los requisitos que ha de cumplir el establecimiento. Pero no lo hacen. El modelo (de la oficina técnica) debería de ser la prestación de un servicio rápido y barato para el cliente, quizá incluso en formato DIY (do it yourself) como el maestro IKEA, eliminando toda la paja del proyecto. Podría ser incluso un servicio prestado por internet, en el que la comunicación y las transacciones se hiciesen por este medio igualmente. Esto reduciría los costes sensiblemente.
... ummm, tengo que darle un par de vueltas a esto, a alguien le podría resultar útil.