viernes, 19 de marzo de 2010

Querido Jaime

A tí te quiero dedicar esta entrada, porque pese a que ya hace mucho que no nos vemos, guardo de tí un recuerdo con mucho cariño.
Jaime fue uno de mis profesores de matemáticas en el instituto y, si bien no fue uno de los que en mí más admiración ha despertado (recordad que me gusta esa fría belleza de las matemáticas) si que guardo un recuerdo muy especial y mucho cariño hacia su persona.
Este señor, por lo que me contaron, tuvo que atravesar una experiencia que no le deseo a nadie en su vida, un accidente de automóvil en el que murieron las personas que lo acompañaban, y al parecer, desde aquel momento su personalidad cambió hacia la que yo conocí cuando lo tuve como profesor.
Con todo mi cariño diré que era un tipo ¨peculiar¨, sí, porque ser peculiar para mí no es malo, al contrario, tiene mucho que ver con ser especial. Pero este tipo de gente, y frente a chavales de las edades que por aquel entonces teníamos, pues, en fin...
Lo que quiero decir, lo entenderán los de mi generación, que fue la generación en la que se empezó a perder en ocasiones, aunque con cierta inocencia en comparación con lo que oigo hoy en día por ahí, el respeto por el profesorado, de modo que, al tener este señor algunos comportamientos que bien pudieran tacharse de particulares, daban pie a que los chavales sacaran punta y aprovecharan para ridiculizarlo.
He hablado en tercera persona, y no es que quiera quitarme culpas, pero es que ya por aquel entonces yo también era en cierto modo peculiar, pues nunca me han hecho gracia las desgracias ajenas, ni siquiera en su modo más jocoso, como en aquellos famosos vídeos de primera, en los que la gracia del asunto residía muchas veces en que durante el video algún pobre desgraciado sufría un traspiés acabando la situación en un doloroso desenlace; no, este tipo de cosas nunca me ha hecho gracia. Y aunque pueda parecer un rancio tampoco me ha hecho gracia el niño de la ortodoncia del que los demás se reían, ni el pobre hombre ebrio y con la reputación en entredicho del que algunos hayan podido aprovechar para mofarse... o incluso, algún descerebrado, aprovechar para pegarle fuego (véase el caso del mendigo en el cajero).
Y es que al final la naturaleza nos demuestra que en realidad todos somos iguales (aunque haya quien diga que no cree en la igualdad de los hombres sino de oportunidades), puesto que en 100 años todos calvos (por lo menos por ahora, que la tecnología nunca sabemos lo que nos deparará).
Pero como me estoy desviando bastante del motivo por el que había comenzado a escribir esta entrada, voy a tratar de reconducir mis ideas. El asunto es que este señor tenía un dicho que puede parecer tremendamente evidente, pero que entre la gente adulta no lo es tanto, y digo lo de la gente adulta, porque la sinceridad en muchas ocasiones es un bien preciado que tenemos de niños y que al madurar parece que nos de vergüenza conservar.
El siempre decía lo siguiente: "Cuanto más claros, más amigos o menos ... pero sobre todo más claros" y es que durante la vida le he tenido que dar toda la razón a este señor, porque cada vez estoy más convencido, de que la claridad y la transparencia, aunque sea en la más brutal de sus formas, a la larga sólo puede deparar beneficios (por lo menos de espíritu).
Esta doctrina es pues la que pienso aplicar en un problema que se me plantea en la actualidad. Y es que me encuentro preparando un proyecto para un concurso, en el que han colaborado conmigo una serie de personas, que entre sí son competencia, por lo que al final me voy a tener que decidir por trabajar con unos o con otros, ya que en resumen, unos mejor que otros, pero todos ofrecen soluciones similares a un mismo problema.
El asunto consiste en la modernización de las instalaciones de unos edificios públicos de la ciudad, mediante la inclusión de cierto número de elementos de automatización orientados hacia el uso más racional de la energía y la eficiencia en los consumos energéticos.
Cada cual de estas personas me han propuesto sus soluciones, pero sobre todo han tenido a bien compartir sus conocimientos conmigo, lo que me ha sido de gran ayuda para la preparación de mi propuesta. En cierto modo, sin todos ellos, no hubiera sido capaz de sintetizar lo que estos días estoy tratando de escribir.
Pero como la vida real no siempre es de color de rosa y la situación económica es la que es, al final no se si voy a poder repartirles a cada uno un trozo de pastel, aunque eso es lo que voy a intentar. Porque si bien Antonio puso ante mí una solución tremendamente flexible, Pedro fue el que originalmente me dio la idea y me enseñó los elementos de control que existían en el mercado y que iban a permitirme resolver el problema del control de los aires acondicionados, que en cada planta de los edificios y más aún, en cada despacho casi son de un fabricante y modelo diferentes, motivo por el cual resultaba complicado buscar soluciones convencionales.
Así pues, tengo la intención por lo menos, de tener la deferencia de que antes de que termine el plazo de presentación de los proyectos, hablar con cada uno de ellos para anunciarles la solución que he adoptado, aunque esto pueda suponer tener que decirle a alguno que no voy a contar con ellos en esta ocasión. Prefiero hacerlo yo cara a cara y que me cueste un desaire, a que se enteren por un tercero y es que estoy convencido de que, en definitiva el desenlace sería el mismo, pero yo mostraría un tremendo desinterés hacia sus personas y una falta de respeto a la confianza que en mí habían depositado y al tiempo que me han dedicado.
Ellos por su parte, espero que entiendan también que, al final, las decisiones no las tomo yo únicamente, y que, haré todo lo posible por devolverles el favor en lo que en mi mano esté.
Creo de verdad que esta es una buena actitud a adoptar, la más justa para todos y la que yo para mí querría, y en esta forma de ser que tengo, tú has tenido algo que ver, Jaime.

1 comentario:

  1. "El hombre es un ser social"
    A veces los humanos no percibimos, en el momento que ocurre, la ayuda que recibimos pero pasado el tiempo, con la suficiente perspectiva, nos damos cuenta y lo reconocemos.
    Muchas personas nos apoyan a lo largo de nuestra vida, en primer lugar nuestra familia que nos transmite valores, se ocupa, preocupa y nos quiere sin condicionante alguno.
    Nuestro primer colegio donde aprendimos a convivir con los demás, tuvimos los compañeros de los primeros juegos, los amigos de las primeras broncas y que nos abrió horizontes con el primer viaje al extranjero donde vimos por nosotros mismos que hay mucha vida más allá de nuestra querida aldea.
    Los profesores, el que nos inició en el deporte, el que nos enseñó Historia de una manera diferente, el que nos ayudó con clases extraescolares cuando teníamos dificultades con las matemáticas y nos hizo convencernos de que sí podíamos, el que nos inició en el Francés, la que nos calificó con notable y lamentó no haberlo hecho con sobresaliente porque honestamente creía que lo merecíamos...
    Les copains...el que compartió con nosotros mucho más que la habitación de la residencia universitaria, el que nos echó una mano con esa asignatura que nos presentaba más dificultades, el que nos ayudó a superar ese bajonazo que tuvimos cuando éramos tan jóvenes y nos sentíamos tan solos.
    Ese amigo que nos consiguió unas prácticas de fin de carrera que nos procuraron unos contactos que tan importantes han sido después en nuestra vida profesional.
    Tantos otros que nos han brindado su ejemplo, transmitido sus conocimientos, regalado su afecto o brindado una sonrisa en ese día especialmente áspero.
    Que nos hemos topado con mucho cabronazo...que nos ha hecho daño... pues también, pero de esos ya no nos acordamos porque por puro egoísmo y para ser felices es preferible tener mala memoria
    No, no estamos solos, afortunadamente no es cierto que: "Solo podemos contar con la mano que está al final de nuestro brazo".

    ResponderEliminar