domingo, 13 de diciembre de 2009

Movilidad social, parte 1 de 3.

Hace unos días mi padre me envió un correo con un link que ahora reproduzco (http://www.cotizalia.com/en-exclusiva/movilidad-social-ascendente-descendente-20091212.html) y que si bien en una primera lectura me dejó más o menos indiferente (ojo, y con ello no quiero decir que el artículo tenga un estilo de redacción deficiente, ni que las conclusiones a las que según el mismo llegan los citados expertos no sean dignas de mi mas sincero respeto) cuando estaba llegando al final del mismo, y más tarde al dedicar unos minutos a pensar sobre el tema no pude hacer otra cosa que albergar cierto sentido de indignación. Concluyendo además que no podía estar más de acuerdo con el contenido pero, al mismo tiempo, más en desacuerdo con el espíritu del artículo.

A continuación voy a tratar de explicar cómo nacía en mí ese sentimiento de indignación y los motivos que me llevan a redactar esta entrada. Con ello espero no herir la sensibilidad de los autores del artículo y quiero dejar bien claro antes de empezar que esto que va a quedar aquí reflejado es únicamente el humilde punto de vista de un servidor y que el tono que voy a intentar transmitir será agresivo; y esto será de este modo con calculada intención, ya que creo que el asunto lo requiere, al haberme sentido identificado con algunos de los estratos sociales a los que se hace referencia.

El artículo al que antes hacía referencia comienza con una lapidaria conclusión: "vivimos peor que nuestros padres y nuestros hijos vivirán peor que nosotros". Esta conclusión viene acuñada, según reza el artículo, por expertos de toda Europa. Pues permítanme que me tronche señores, ¿para llegar a esa conclusión hay que ser un "experto europeo"? pues me temo que a la edad de 23 años yo ya me encontraba en situación de poder considerarme uno (y fruto de estas opiniones surgieron por aquel entonces numerosos debates con mis progenitores), pero estoy convencido de que del mismo modo que uno mismo, un gran número de otros titulados estaban llegando a conclusiones similares.

Y es que a esa edad acababa de obtener una titulación superior que me había costado no pocos esfuerzos y sacrificios (algunos de tipo personal que todavía hoy, 7 años después, no tengo muy claro que hayan valido la pena) y por aquel entonces comenzaba a sondear el mercado laboral, alejándome de la protectora cubierta del mundo académico y enfrentándome al mundo real, el que está aquí fuera. Comencé a darme cuenta en ese momento, de que algunos de los que hasta ahora habían sido mis temores, se hacían patentes en la realidad.

Para empezar me encontré con la primera gran mentira, Europa. Sí, en esa Comunidad de grandes ideales en la que existían "libre circulación de personas y bienes" me costó la nada despreciable cifra de tres años, que mi titulación obtenida en un extraño y lejano país conocido como Francia fuese reconocida como oficial en mi tierra natal. Esta incómoda situación se la tengo que agradecer por una parte a los ágiles mecanismos burocráticos de homologación de títulos que existían entonces (espero que la cosa haya cambiado en la actualidad) y por otra a la inútil e incompetente actuación de los representantes universitarios que años atrás me habían convencido y puesto en contacto con la universidad en la que viviría mi experiencia universitaria de enseñanza superior europea (programa Eurinsa, por si alguien siente curiosidad). En honor a la verdad, también he de agradecer a éstos últimos, que en ese periodo de 3 años pudiese obtener un segundo título superior esta vez de ámbito nacional español, título que hasta la actualidad no se si me ha sido de alguna utilidad pero que supongo que queda bien en mi CV.

He de hacer una pausa en este momento e introducir aquí una explicación para el lector que desconozca la diferencia entre un título con reconocimiento oficial en el territorio español y uno que no lo tiene. En primer lugar si alguien posee un título superior y éste no esta reconocido por el estado, no tiene ninguna validez a la hora de presentarse a una oposición por ejemplo, con lo que automáticamente en lugar de aspirar a un puesto de grupo A (p.e. Ingeniero Superior) uno ha de fijarse como objetivo algo más discreto (con todos mis respetos) como por ejemplo, de auxiliar administrativo, para el que se requiere la titulación inmediatamente inferior (título de bachillerato). A efectos prácticos esto se traduce en una ligera diferencia de inversión para el sujeto interesado, de cinco años de estudios, en teoría comprendidos entre los 18 y los 23 años (y digo en teoría porque lo de conseguir obtener un título superior, en algunas carreras, en los 5 años que se establecen para ello es como el título de las películas de la saga del señor Cruise "misión imposible" Cf. numerosas estadísticas publicadas al respecto; este es un tema que puede dar también mucho de qué hablar, y no voy a entrar en él de momento). Otra diferencia a nivel de aspiraciones laborales puede concretarse en que un título no oficial tampoco le permite a uno ser aceptado en los selectos clubes conocidos como Colegios Profesionales; je je, sobre éstos podríamos hablar también largo y tendido, pero lo dejaremos para otra ocasión.

En segundo lugar, a nivel privado, parecería que la oficialidad del título tuviese menor importancia, en especial cuando uno esta aplicando por un puesto al que accede no solo por ésto, sino también por otras nimiedades (que aprovecho para decirlo ahora, también requieren una no despreciable inversión de tiempo y dinero) como dominar cuatro idiomas y tener nociones de un quinto, o poseer una experiencia multicultural y multilingüística (5 años de residencia en Francia con estudiantes de múltiples nacionalidades). Sin embargo, ¡vaya sorpresa! resulta que al llegar a la ronda final de entrevistas, siendo el candidato ideal, etc. aparece el gerentucho o responsable de RRHH de turno ya casi con tu contrato en la mano y en un derroche de esa inteligencia y simpatía que caracteriza a algunos de los sujetos de esta especie, decide intentar racanearte algunos euros del sueldo que ya habíais acordado con el argumento de que "claro, es que tu titulación no es oficial..." (je je, permitidme que haga una pausa que me descoj...).

Pero me he desviado bastante del eje central de esta entrada, que pretendía mostrar un punto de vista sobre el artículo que se mencionaba al principio. Sin embargo, esta desviación no ha sido del todo accidental, ya que creo que permitirá al lector identificarse con algunas situaciones vividas, pues estoy seguro de que no somos pocos los que nos hemos esforzado mediante estas preparaciones u otras de igual o mejor valía y que creo que podemos sentirnos aludidos por el artículo. Tanto me he desviado que creo que voy a dividir este comentario en tres partes (puesto que de lo contrario se va a hacer un poco largo de leer) dando por terminada la primera desde este momento.

Pinchando aquí, el salto a la siguiente entrada (parte 2 de 3)

No hay comentarios:

Publicar un comentario